lunes, 19 de enero de 2009

Cap 2 - 10:34 am

En la cama, desnudo y hediondo, la situación no fue tan fácil, el dolor de cabeza estaba inaguantable, y las ideas comenzaron a agolparse unas contra otras, iban y venían, pedían la palabra, no se tomaban la molestia de entrar por el filtro de la razón, sino que hablaban unas contra las otras, se juntaban, andaban por mi corteza cerebral sin quien las controlara y dirigiera, hormigueaban y trabajaban todas juntas en contra de mi hedónica existencia; un pensamiento recordaba la noche anterior y hacia esfuerzos por hilar los hechos, personas, nombres, y cronologías; otro trataba de hacer planes para este día, las personas que iba a llamar y los lugares a visitar; otro intentaba acordarse del nombre de la fémina seducida la noche anterior y por ese mismo pensamiento recordaba formas similares, parecidas, erráticas de las otras amantes de mi vida; otro tomo la voz de la infancia de mi madre y comenzó a levantarme para ir al colegio; hablaban todos mis pensamientos en voz alta y todos tomaban vida, mientras mi cabeza sentía que se reventaba, que no podían convivir tantos al tiempo, que quería arrancármela, ponerla a un lado y esperar a que todo se calmara para volver a usarla cuando todo estuviera de nuevo tranquilo, silencioso y ordenado.

Los pensamientos no sabían ponerse de acuerdo, ninguno lograba dominar ni vencer a los otros, me sentía al borde de la muerte, y decidí dormir mientras todos discutían en voz alta - pues muchas cosas se vencen más fácil cuando se aceptan -, me entregue a esa locura alcohólica y dormí mientras todos mis pensamientos gritaban, los ignoré y caí en un sueño tan profundo que cada instante descansaba las vidas que me faltaban por vivir.

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